Se hizo el silencio en las calles
que jamás recorrieron de la mano.
Nadie advirtió su ausencia
ni la falta que le hacías cada tarde.
Bebió para olvidar, pero bebió tanto
que olvidó olvidar hasta olvidarte.
Vomitó Desamparo en las aceras.
Salpicó con tu nombre las esquinas.
Sólo el eco agrio de la náusea
repetía en su garganta: "ya no hay tiempo.
Resistir es cuanto queda a los cobardes".
Huyéndose sin descanso
y con un ojo cerrado para llorarte de menos,
en la inmunda resaca se preñó de terror.
¡Pobre Desamparo!
En lugar de matrimonio, contrajo el corazón
como se contrae la enfermedad más venérea
y abortó su hígado en secreto.
Después, nunca más supe de ella.
miércoles, 14 de abril de 2010
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