Se consagra el verano.
Se desangra la tarde.
Me sangra la soledad
y en mi alma sienta plaza
una voraz melancolía.
Me siento a su lado
en una plaza sola.
Miro al suelo,
veo las hojas caídas.
Miro al cielo,
contemplo el árbol.
Admiro sus flores.
Sigo el impulso de la sangre.
No da fruto.
Me quedo con el árbol.
Recojo del suelo
seis hojas derrotadas.
Es obvio:
Amo lo imposible.
miércoles, 14 de abril de 2010
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