Y no digas que fue
un absurdo impulso de la sangre
o la secreción de un manantial
de sustancias contenidas.
El ilusionismo fugaz
de un instante mágico,
la casual liberación de una fantasía,
la luz que ciega por un segundo,
el clavo ardiendo que por un momento
nos sujetó en la caída.
miércoles, 14 de abril de 2010
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